Verano de Luna Llena

Al principio, desde mi ventana se veía el cielo azul y las noches estrelladas de Madrid. Me gustaba dormir desnuda encima del sillón que había colocado estratégicamente al lado del ventanal, para empaparme de la Luna Llena en cada ciclo. Hasta que el año pasado construyeron otro edificio de viviendas gemelo al mío,  justo en frente.

No quería resistirme a la cita lunar que tenía conmigo misma cada mes desde hace más de 13 lunas, así que continúe con mis automasajes de pechos con final feliz bañada por la enigmática Luna Llena.

Este invierno, mi ventana permaneció cerrada a la lluvia y al frío, pero a través del cristal, disfruté puntualmente de mi cita mensual con la Luna Llena y de cada centímetro de mi piel,  bañada por la luz que mi guía lunar arrojaba con pasión sobre mis sombras más ocultas.

Ha llegado un tórrido verano a Madrid. Me encanta disfrutar de la leve brisa nocturna de estos días, con las ventanas abiertas de par en par.  Empaparme de los sonidos que llegan a mí como un torrente de vida oculta  que fluye a través de  la noche.

No fui consciente de que además de mi amiga la Luna, alguien más me hacía compañía en estas citas de pasión nocturna conmigo misma: tenía una nueva pareja de vecinos en la ventana justo en frente de la mía.

Ardía una noche de plenilunio, cuando escuché entre la vigilia y el sueño, unos gemidos que circulaban por el aire,  a veces sostenidos entre las sábanas y a veces liberados salvajemente sin pudor. Dicen que las mujeres nos excitamos por el oído y los hombres, con la vista. Y pude sentir en mí aquella excitación femenina auditiva que se transformó en un calor chispeante entre mis muslos. Sólo con los sonidos de aquellos aullidos de pasión, me imaginé cómo un hombre embestía  por detrás a una mujer desnuda tapándola la boca para intentar acallar tanto amor desbocado. Imaginé cada lametón, cada beso, cada caricia, cada orgasmo, una y otra vez. Una y otra vez.

La noche siguiente, presa de una excitación volcánica, esperando a disfrutar de aquellos gemidos de nuevo, e incluso, ojo avizor para ver si, además de calentar mi oído, aquella pareja de amantes, calentaban mis pupilas. Pero no había rastro de aquellos amantes cantores de mis pasiones veraniegas. Supuse que lo que hace único de lo salvaje es que es momentáneo y pasajero. Me gustó imaginarles dormidos, tranquilos, abrazados, reposando ella sobre el pecho de él, sintiéndose completa y amada. Me dormí con ellos en mi mente y miré a la Luna Llena de aquel mes, agradeciéndole tanto amor bañado por su luz y expresado en mil formas y escenarios diferentes.

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3 amantes

Me he llegado a juntar con 3 amantes a la vez. Algunos pensarán qué suertuda y otros que soy una fresca. La verdad es que me da igual. Soy todo eso…y mucho más.

Aunque no sé si son 3 amantes o podemos dar el honor de ser considerado “novio” al primero, por aquello de haber llegado antes que los 2 restantes.

Mi “novio” es  un gurú. Sí, un gurú. Le conocí en un retiro espiritual de limpieza de auras. Allí me di cuenta de lo sucísima que tenía mi aura. Por suerte, en un fin de semana me la dejaron niquelada. Él también la debía de tener sucísima, el aura digo, porque se pasó todo el fin  de semana en estado catatónico. Al volver del retiro, le ofrecí llevarle a su casa, pues él no tenía coche. Los gurús es que no tienen pertenencias. Confían en que la vida provee. Y me invitó a subir a su casa, tenía alquilada una habitación a las afueras de Madrid.  Por lo visto, es que los gurús no se mezclan mucho con la plebe. Y allí nos besamos tiernamente, casi no tocaba su lengua con la mía, y me daba besitos suaves, casi transparentes, en los labios y por todo mi cuerpo. Después de 2horas de tanta ternura, yo ya estaba más salida que el pico de una mesa y quería follar. Pero él me dijo que no podía gastar energía. Que eso de hacer el amor era muy desgastante si no teníamos alineados los chakras. Esa noche me fui a mi casa, calentita y bastante cabreada con el tantra y con los chakras.  Yo creo que ya se me volvió a ensuciar el aura y todo del calentón con el que me quedé.  Me acordé de mi madre, que siempre me ha dicho que tengo un radar especial para sentirme atraída solo por hombres vagos y raros. Muy raros.

Estuve con el gurú un par de semanas, pero tenía que canalizar toda mi energía sexual contenida con alguien, así que una noche bajé a tomarme un mojito al bar de la esquina de mi casa y me follé al camarero en el baño. Fue algo incómodo, acabé con cardenales en las piernas y con dolor en el coxis.  La verdad es que a 100 metros estaba mi casa, pero yo tenía tantas ganas de desfogarme que no aguantaba ni un minuto más. Ese hombre sí que era un macho ibérico de pelo en pecho, al que le gustaba el fútbol y la cerveza tanto que las había hecho su negocio y ahora regentaba un bar muy animado con unos baños muy recomendables. Me pillaba cerca de casa y cuando él cerraba el bar, nos quedábamos tomando cocktails y comía de mi vientre frutos secos y palomitas de maíz.

Así que de repente me vi con el gurú, y con el camarero a la vez.  No lo hice adrede, fluyó así. El gurú me enseño que todo de fluir y canalizarse. Yo solo seguí sus sabios consejos.

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Susurros de amor

No hay nada que me excite más que me digan  cositas subidas de tono al oído. Es algo que me retuerce de placer al instante. Si un hombre descubre esto y sabe cómo utilizarlo, me tiene húmeda y expectante cuando quiera.

No hay para mí nada como el estímulo auditivo. Dicen que los hombres, en cambio,  son más visuales y de ahí viene el éxito de la lencería, el maquillaje y los tacones. Las mujeres nos hemos dado cuenta de esto hace varios millones de años y utilizamos estos estímulos para conseguir atrapar a los hombres bajo nuestras faldas. La cantidad de dinero que invierte una mujer en estos objetos es enorme. Incluso hacemos cursos para aprender a maquillarnos, nos gastamos miles de euros en medias de encaje, sujetadores y corpiños imposibles de utilizar después para ir a la oficina pero que sirven para un objetivo mayor.  Tanto esfuerzo  nos merece la pena cuando ellos nos miran con deseo y se hacen un lío tratando de desabrochar tantos corchetes.

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foto de articulo elegir pareja

¿Cómo elegir a un compañero para toda la vida?

  1. Elige a alguien como si fueras ciego: cierra los ojos y siente qué te transmite esa persona. En nuestra cultural actual nos basamos demasiado en lo que nos dicen nuestros ojos externos, que proporcionan información muy útil también, pero nos olvidamos de conectar con nuestra intuición, que siempre es una guía fiel y sabia.
  1. Elige a alguien con habilidad para aprender:  así tienes garantizado que tu pareja crecerá y se adaptará a tus cambios y los suyos propios. Vivimos en un mundo cíclico y cambiante por lo que la capacidad de aprender es clave. Nuestro cuerpo, nuestros gustos, nuestros proyectos…todo cambia muy rápido y si nos rodeamos de alguien estático, tarde o temprano, nuestros caminos se separarán porque la vida sigue y cambia a cada instante.
  1. Elige a alguien que esté en contacto con su sentir:  aunque esté en vías de saber gestionar sus emociones, pero al menos, que conecte con su sensibilidad y que sepa que detrás de la vulnerabilidad reside todo el poder. Que ser sensible no significa ser débil. Muy al contrario, estar en contacto con las emociones te hace fuerte y  te expande.

Y recuerda…siempre puedes volver e elegir, una y otra vez.