Desmontando creencias
Otro sábado noche más en una esquina del garito de siempre con mi amiga de toda la vida.
Cuántos años llevábamos en aquel rincón cada fin de semana esperando que algún grupito de amigos (de los guapos of course) se acercara a nosotras para mover las caderas y/o lo que hiciera falta?
A veces venían, eso sí es verdad. Solía ser al final de la noche. Los muy petardos se pensarían que colaba eso de que nos llevaban mirando toda la noche porque somos las más guapas del local. Chato, y te das cuenta a las 5 de la mañana, no? Venga hombre, que llevamos viendo cómo tiráis la caña a medio Madrid desde las 23h!
A mí con esas tácticas masculinas ni se me bajan las bragas a los tobillos.
Esta noche de sábado vamos a jugar a cambiar las reglas del juego. Vamos a tirar la caña a todo pez viviente del mar de mis noches de buscadora de amor.
Para meternos más en el nuevo rol (acojona y mucho, entrar a un pavo en un garito y que te diga que no, o peor aún, que se piense que eres una putilla barata!!), nos vestimos con leggins de cuero negro push up (los de Calzedonia son lo más, como te aprieten más el culo, se te gangrena) y nos subimos en tacones fijos de aguja de unos 4 cm. Si se van a pensar que somos putillas, ya que lo piensen del todo, no? Los hombres dudosos a las mujeres, nos repelen.
Yo no estaba segura de que ligar en equipo funcionase. Si ya es difícil encontrar a un hombre que merezca la pena en las noches de Madrid, que no tenga el pene como un pulgar, ni que diga “ Oyes, nena”, pues imagínate encontrar a dos!
Salimos de casa con push up en culo y tetas, pensando en nuestra “Misión Im-posible”, soñando que un Tom Cruise con su hermano gemelo nos esperaba en la barra del bar para hacernos volar como en Top Gun.
Nada más llegar al garito, nos enchufamos un par de gin tonic con pétalos de rosas rosas. No por nada en especial, sino porque nos gusta el rosa y quedaba bien con el gloss de nuestros húmedos labios.
Aprovechamos estas copitas para echar un ojo al percal de hoy.
Han abierto una lata de callos a la madrileña o qué?
Tras escudriñar cada cuerpo masculino del local, elegimos a un par de chicos con camisas de cuadros (se llevan mucho esas camisas, de hecho, no sé si en algún momento se han dejado de llevar). Las camisas de cuadros me ponen bastante caliente, no sé, me trasladan como a una chimenea en una cabaña de los alpes, con un buenorro empotrándome sobre una alfombra de pelito suave.